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viernes, 27 de julio de 2018
Un relato de María Alcantarilla
Enrique Vila-Matas ha incluido en su blog un relato de nuestra profesora María Alcantarilla. Si queréis leerlo, podéis pinchar Aquí
Pues sí, voy a vengarme de tantas tachaduras y lugares comunes ;). En primer lugar darle a María una doble enhorabuena, por el cuento en sí, que me ha gustado mucho más que su libro, y porque el mítico Vila-Matas lo recoja en su blog.
Sabéiss que yo siempre leo dos veces cada relato; la primera como mero corrector gramatical, que es mi pasión, y la segunda para disfrutar del texto. A veces hay una tercera lectura, para analizarlo.
Cuando empecé la primera lectura, lápiz rojo en mano, nada más leer la primera palabra pensé: La he pillado. Íngrid no lleva acento ortográfico. Menos mal que antes de cantar victoria consulté internet. La alegría me duró un minuto escaso. Íngrid se escribe con tilde.
Menos mal que soy muy terco, y he conseguido encontrar un error gramatical, no sé si buscado o accidental: "pudiese llegar definitivamente a arriba". Según el Diccionario Panhispánico de Dudas, "arriba frecuentemente aparece precedido de las preposiciones de, desde, hacia, para o por, nunca de la preposición a, ya incluida en la forma de este adverbio." De todas maneras, según el diccionario de Manuel Seco, a María la han precedido en este uso innovador escritores tan ilustres como Camilo José Cela (en Mazurca para dos muertos).
Satisfecho ya mi vicio, pasé a la segunda lectura, la del disfrute, de la ya he dicho más arriba que salí muy satisfecho, y a la tercera, la de análisis y aprendizaje.
Siguiendo lo que nos enseñó María en una de sus clases, he preparado una cartografía literaria, que incluyo a continuación.
El título tiene una sintaxis ultrasencilla, y es monosémico. Su anclaje no es externo, sino obviamente interno.
El inicio no tiene una clara relación con el final. La primera frase es extensa y declara el tema del relato: El asco. Es, en mi opinión, un primer atisbo del final, pero demasiado sutil como para considerarlo un ejemplo de intriga de predestinación.
La narradora, siempre en tercera persona y en presente, es omnisciente e interna. Se focaliza en los sentimientos de la protagonista, con las pinceladas mínimas del entorno que nos ayuden a entenderlos. El tono es intimista.
La protagonista, Íngrid, adquiere una importancia central, hasta el punto de dar título al relato. Presenta una cierta contradicción entre sus pensamientos y sus acciones, que muestra su complejidad.
En el texto hay otros dos personajes, enfrentados a la protagonista: El obvio padre abusador, y una presunta pareja de un tiempo posterior. Se muestra claramente la evolución de la protagonista, desde una aceptación resignada hasta un rechazo activo. El padre, en lo poco que se lo describe, me parece un tanto estereotipado.
El lenguaje me parece a medio camino entre lo tradicional y lo experimental. Usa las palabras en su sentido convencional, pero con algunas figuras muy logradas: “Trazando dos pequeños caminos, dos líneas por las que ver, a base de insistir en la frenada, la otra cara del mundo. O el mar.”
No veo repeticiones ni contradicciones.
El espacio no tiene gran importancia en este texto. Su determinación no es muy precisa: un jardín genérico, una casa sin demasiados detalles. Creo que no simboliza nada. Tampoco hay más desplazamientos que los imaginarios sobre el atlas.
La descripción de los objetos es escueta, casi inexistente, para no robarle fuerza a los pensamientos de la protagonista.
El tiempo histórico tampoco es significativo; la acción podría transcurrir en cualquier momento de los últimos cien años. No hay anacronismos.
La duración de la acción es muy superior a la del relato, con una analepsis casi continua entre el hilo central y la infancia de la protagonista. El ritmo es vivo, y el texto denso. Se lee bien.
El género yo lo clasificaría como dramático.
El relato carece de intertextualidad. No hay pastiches, parodias ni subtextos; no asoma la intercodicidad ni una escritura liminal.
Si atendiéramos al final, ni epifánico ni abierto, quizás pudiéramos decir que nos encontramos ante un cuento postmoderno.
Ya lo había leído el el correo. Espléndidamente escrito yo no soy capaz de sacarle ningún defecto. Desde aquí reitero mi enhorabuena a nuestra María.
ResponderEliminarPues sí, voy a vengarme de tantas tachaduras y lugares comunes ;). En primer lugar darle a María una doble enhorabuena, por el cuento en sí, que me ha gustado mucho más que su libro, y porque el mítico Vila-Matas lo recoja en su blog.
ResponderEliminarSabéiss que yo siempre leo dos veces cada relato; la primera como mero corrector gramatical, que es mi pasión, y la segunda para disfrutar del texto. A veces hay una tercera lectura, para analizarlo.
Cuando empecé la primera lectura, lápiz rojo en mano, nada más leer la primera palabra pensé: La he pillado. Íngrid no lleva acento ortográfico. Menos mal que antes de cantar victoria consulté internet. La alegría me duró un minuto escaso. Íngrid se escribe con tilde.
Menos mal que soy muy terco, y he conseguido encontrar un error gramatical, no sé si buscado o accidental: "pudiese llegar definitivamente a arriba". Según el Diccionario Panhispánico de Dudas, "arriba frecuentemente aparece precedido de las preposiciones de, desde, hacia, para o por, nunca de la preposición a, ya incluida en la forma de este adverbio." De todas maneras, según el diccionario de Manuel Seco, a María la han precedido en este uso innovador escritores tan ilustres como Camilo José Cela (en Mazurca para dos muertos).
Satisfecho ya mi vicio, pasé a la segunda lectura, la del disfrute, de la ya he dicho más arriba que salí muy satisfecho, y a la tercera, la de análisis y aprendizaje.
Siguiendo lo que nos enseñó María en una de sus clases, he preparado una cartografía literaria, que incluyo a continuación.
El título tiene una sintaxis ultrasencilla, y es monosémico. Su anclaje no es externo, sino obviamente interno.
El inicio no tiene una clara relación con el final. La primera frase es extensa y declara el tema del relato: El asco. Es, en mi opinión, un primer atisbo del final, pero demasiado sutil como para considerarlo un ejemplo de intriga de predestinación.
La narradora, siempre en tercera persona y en presente, es omnisciente e interna. Se focaliza en los sentimientos de la protagonista, con las pinceladas mínimas del entorno que nos ayuden a entenderlos. El tono es intimista.
La protagonista, Íngrid, adquiere una importancia central, hasta el punto de dar título al relato. Presenta una cierta contradicción entre sus pensamientos y sus acciones, que muestra su complejidad.
En el texto hay otros dos personajes, enfrentados a la protagonista: El obvio padre abusador, y una presunta pareja de un tiempo posterior. Se muestra claramente la evolución de la protagonista, desde una aceptación resignada hasta un rechazo activo. El padre, en lo poco que se lo describe, me parece un tanto estereotipado.
El lenguaje me parece a medio camino entre lo tradicional y lo experimental. Usa las palabras en su sentido convencional, pero con algunas figuras muy logradas: “Trazando dos pequeños caminos, dos líneas por las que ver, a base de insistir en la frenada, la otra cara del mundo. O el mar.”
No veo repeticiones ni contradicciones.
El espacio no tiene gran importancia en este texto. Su determinación no es muy precisa: un jardín genérico, una casa sin demasiados detalles. Creo que no simboliza nada. Tampoco hay más desplazamientos que los imaginarios sobre el atlas.
La descripción de los objetos es escueta, casi inexistente, para no robarle fuerza a los pensamientos de la protagonista.
El tiempo histórico tampoco es significativo; la acción podría transcurrir en cualquier momento de los últimos cien años. No hay anacronismos.
La duración de la acción es muy superior a la del relato, con una analepsis casi continua entre el hilo central y la infancia de la protagonista. El ritmo es vivo, y el texto denso. Se lee bien.
El género yo lo clasificaría como dramático.
El relato carece de intertextualidad. No hay pastiches, parodias ni subtextos; no asoma la intercodicidad ni una escritura liminal.
Si atendiéramos al final, ni epifánico ni abierto, quizás pudiéramos decir que nos encontramos ante un cuento postmoderno.
Lo dicho, enhorabuena.